Desde que comencé mi carrera en el mundo de la abstracción geométrica, primero como artista y luego también como responsable de CIRCA (Center for International Research on Concrete Art) y de Geometricae, la revista que editamos desde allí, me he preguntado cuáles son las razones que llevan a un artista a expresar su creatividad a través de un lenguaje tan austero, tan despojado de cualquier intento de comunicación, sin mensajes políticos o sociales, sin compromiso alguno con la actualidad, como es el caso de la abstracción geométrica.
Siempre he tenido claro que los factores más importantes, como he podido percibir en las entrevistas que he realizado a diferentes artistas, son la educación recibida, la forma mentis de cada uno de ellos y, no menos importante, el locus, el territorio, tanto como lugar de origen como lugar de pertenencia.
Recientemente, gracias a la invitación que Art Palma Contemporani me extendió para visitar en primicia las numerosas propuestas de su ya consagrado e histórico evento “La Nit de l’Art”, que cada año organizan para dar inicio al nuevo curso expositivo de algunas de las mejores galerías de la ciudad de Palma y de la isla de Mallorca, tuve la oportunidad perfecta para comprobar de primera mano cómo un territorio tan circunscrito, con su peculiar geografía insular, puede influir en la creación artística de tipo geométrico concreto.
Ya en el pasado había visitado la isla y había podido constatar la solidez de las propuestas de dos de sus artistas aquí residentes, Aina Albo Puigserver y Robert Ferrer i Martorell, y de su galerista Pep Llabrés, a quien tuve la oportunidad de conocer en aquel viaje.
Desde entonces, he seguido la labor de Pep y en cada nueva exposición me ha sorprendido la fuerte apuesta que hace por la abstracción concreta, tanto con artistas consagrados (Waldo Balart, Monika Buch, Emilio Gañán, David Magán y, por supuesto, Aina Albo Puigserver y Robert Ferrer i Martorell, a quienes conocí gracias a Marie Claire Decay, viuda del gran pintor Salvador Victoria, a quien estaré eternamente agradecido) como con jóvenes artistas como Josep Santamaría, a quien actualmente expone en conjunto con la Galería de Xavier Fiol.
Josep Santamaría (Palma, 1989) en esta ocasión presenta sus pinturas “Variables”, que, como su curador Francesco Giaveri explica, es una búsqueda a través de la variación continua, no en busca de alguna constante, sino que la variación constante es en sí misma el estado de la búsqueda.
Para esto, Giaveri se apoya en un fragmento de “Mil mesetas” de Deleuze y Guattari, libro que conozco muy bien debido a mi colaboración de una década con la Editorial Pre-Textos, la cual tuvo el mérito de dar a conocer en el mundo hispanohablante la obra de estos dos pensadores.
Es importante destacar que Francesco Giaveri, junto con Virginia Pislot, fueron los anfitriones atentos que guiaron al grupo de invitados durante las largas jornadas de intensas visitas a los numerosos espacios programados. En el grupo, coincidí y pude intercambiar opiniones con Sofia Bertilsson, Antonia Mara Perelló del MACBA de Barcelona, o Lorena Pérez-Jácome y su esposo Javier Lumbreras, responsables del Museo Collegium de Arévalo, entre otros.
En estas visitas, pude disfrutar de la obra “Porta Oberta” de Robert Ferrer i Martorell expuesta para la ocasión en el escaparate que el Casal Solleric ofrece a los transeúntes, lo cual me recordó las famosas e históricas intervenciones en los escaparates de las Galerías Preciados de Madrid (ahora El Corte Inglés), donde en años anteriores se presentaron las obras geométricas de artistas de la talla de Waldo Balart, César Paternosto, Mónika Buch o el gran Eusebio Sempere.
En esta ocasión, Robert Ferrer, como es habitual en sus instalaciones, ha realizado una lectura audaz y seductora del espacio expositivo, con una propuesta centrada en la fragmentación de la materia que se relaciona con otros proyectos suyos, como la reciente “Límites variables” para el Centro de Arte Caja Burgos o sus exposiciones habituales en el Espai Valverde de Madrid y en la galería de Pep Llabrés Contemporani de Palma.
Para aquellos que solo conocen a Robert por su obra y no personalmente, puedo decirles que se trata de un artista sui generis, que esconde tras su aparente seriedad una profunda ironía creadora, que se manifiesta no con el elemento sorpresa, sino con una reflexión profunda y cuidadosa.
Robert, en su faceta pública como artista, elude la típica estética de aquellos artistas que buscan destacar a toda costa en un afán desesperado por ser originales. Sin ceder a estas convenciones, se presenta ante su audiencia con un atuendo de extrema neutralidad: un elegante y discreto traje, casi como un monje, con la firme intención de no desviar la atención de lo que verdaderamente le importa: su obra.
De Aina Albo Puigserver solo he podido vislumbrar algunos de sus trabajos en depósito en la galería de Pep Llabres, y como siempre, no puedo más que reafirmar lo que he pensado desde que tuve la oportunidad de conocer su obra: que Aina es sin duda la joven gran dama de la abstracción geométrica española. Un título que se ha ganado con su elegancia precisionista, su exquisito uso de las texturas naturales y su constante búsqueda de una geometría humanizada, fruto de su sólida conexión con sus raíces y el territorio insular que la rodea.
Otra visita que me dejó sorprendido fue la del Centro CCA Andratx, una galería privada que, debido a sus inusuales dimensiones (alrededor de 4.000 m2) y sus atractivas propuestas expositivas, a menudo es confundida con un centro cultural público. Su fundadora y anfitriona, la danesa Patricia Asbæk, concibió este proyecto hace ya unas dos décadas.
Con Patricia, tuve una inesperada, larga y amena conversación sobre la abstracción geométrica danesa, de la cual es una profunda conocedora. Me sorprendieron las innumerables anécdotas que compartió sobre cada uno de los artistas del panorama concreto danés (Ole Folmer Hansen, Vilhelm Bjerke-Petersen, Bamse Kragh-Jacobsen, Richard Winther, Richard Mortensen, Carsten Beck, Albert Mertz, Poul Gernes, Knud Mühlhausen, Franciska Clausen, Pia Løye) cuyos trabajos hemos publicado en Geometricae.
Otro espacio expositivo que me interesó fue el proyecto Coster en Pollença, un espacio ubicado en una finca rústica en la falda del Puig de Maria, de allí su nombre (coster significa “parte lateral de una montaña” en mallorquín), dirigido por el artista pollensí Amador Magraner. Allí pude apreciar “Conversió” (2022), una obra minimalista de la artista Susana Solano que aprovecha una de las paredes de piedra seca de la finca para contener una escultura cóncava, un espejo de acero inoxidable que, a través de su reflejo y su carácter envolvente, cambia nuestra percepción del espacio que nos rodea y de nuestra propia ubicación de una manera poética y sutil.
En esta obra neoconcreta, es interesante notar cómo lo conceptual no está en conflicto con el rigor geométrico. Sin embargo, no se trata de un conceptualismo intelectualista, lleno de hipérboles y fuegos artificiales. Aquí, lo conceptual es austero, directo y tangible, una austeridad que emana del paisaje, que es de una hermosura ancestral y abrumadora.
Como no podía faltar en Pollença, también visité la histórica Galería Maior, que Jerómina Martínez (Jero para los amigos), pareja de vida de Amador Magraner, impulsor de Coster, lleva con esmero desde 1990. Allí tuve la oportunidad de conversar con el responsable de la galería sobre la relación que Miguel Ángel Campano (Madrid, 1948 – Cercedilla, 2018) forjó con Mallorca, donde encontró la autenticidad y la distancia que necesitaba de París, su lugar de residencia desde 1976, el centro neurálgico del arte europeo. Campano, por una casualidad de la vida, puso por primera vez un pie en Sóller en 1987, y la inesperada tranquilidad actuó como un bálsamo en el atormentado artista, quien debió sentirse identificado con el paisaje abrupto y dramático de la Serra.
En la isla solía pasar los veranos y otoños, ya que los inviernos de la Tramuntana le deprimían. Durante 30 años, estos paisajes fueron la Ítaca donde, guiado por las emociones, experimentó al máximo con la pintura.
Y precisamente de la Serra de Tramuntana trata la última exposición que me gustaría comentar, un proyecto titulado “Muntanya Roja”, realizado en la histórica iglesia de Santo Domingo de Pollença, donde Olimpia Velasco, una artista madrileña afincada en Mallorca, ha construido una versión simbólica de la montaña utilizando 4.000 ladrillos huecos. Con esta obra, busca denunciar la sobreexplotación urbanística del territorio y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad y la preservación del entorno natural.
A pesar de su sencillez conceptual, la exposición me pareció muy sugerente. Los ladrillos son tierra construida, una poderosa metáfora de la antropización de la tierra, una antropización que los seres humanos han realizado durante miles de años.
¿Qué hay más geométrico que un ladrillo, con su volumetría prismática y sus dimensiones optimizadas para dar forma a estructuras complejas? ¿Hay algo más constructivo y concreto que un ladrillo? ¡Qué imagen tan impactante! Una montaña de ladrillos que en realidad parece una montaña de edificaciones, y que, en su esencia, no son otra cosa que una montaña de ladrillos: sublime y aterrador al mismo tiempo. Una vez más, una obra conceptual que utiliza el lenguaje concreto e intrínseco de la geometría que el ladrillo oculta en su esencia.
Para concluir, volviendo a la pregunta que planteé al principio sobre si hay algo en este lugar, en esta hermosa isla, que de alguna manera pueda ser un rasgo común en la producción concreta realizada aquí, tanto por artistas nativos como adoptivos. ¿Podríamos hablar de una Escuela Concreta Mallorquina? Quizás sea arriesgado, ya que a primera vista no parece haber un lenguaje formal común, y la geometría por sí sola no define una escuela. Sin embargo, hay un rasgo común que une a todos estos artistas que he mencionado, y es una profunda austeridad rural, que no rustica, una austeridad atávica que se contrapone a la austeridad conceptual, a la austeridad como purificación, como búsqueda de la esencia, un rasgo compartido por muchos artistas minimalistas y concretos de otras partes del mundo. Aquí, en la escena geo mallorquina, la austeridad está arraigada en el propio ADN, una austeridad que puede llegar a ser opulenta, hermosa y bella, pero nunca ostentosa. Una verdadera austeridad concreta.