Aix-en-Provence es el escenario de un reencuentro entre Victor Vasarely (1906-1997) y Carlos Cruz-Diez (1923-2019) para conmemorar el centenario del nacimiento del maestro. El Atelier Cruz-Diez y la Fundación Vasarely presentan una Chromosaturation en la entrada del edificio sede de la fundación, concebido por Vasarely en la década de 1970 como un ejemplo de su sueño utópico de la Cité Polychrome du bonheur (Ciudad policroma de la felicidad), una adaptación real de su alfabeto cromático a la arquitectura de masas. Esta ambientación de Cruz-Diez ofrece una visión inédita del color y está abierta al público desde el pasado 13 de julio.
Se trata de una obra histórica, ya que la Chromosaturation pour une allée publique, la exhibió Cruz-Diez, a la salida del metro Odéon, en el Boulevard Saint-Germain en 1969. En ese entonces, causó revuelo entre los usuarios del metro que emergían de la estación y los transeúntes habituales que vieron alterada su cotidianidad. Meses antes, el Odéon había sido escenario de las marchas estudiantiles durante la Revolución de Mayo-68.
La Chromosaturation se compone de tres cámaras de color, una roja, una verde y otra azul, donde el visitante se encuentra sumergido en una situación cromática absoluta, percibiendo y sintiendo físicamente el color como una experiencia vital, sin ayuda de la forma y sin soporte alguno. Esta versión fue expuesta por primera vez en el 2012 en un homenaje a la galerista Denise René el marco de la feria de arte FIAC.
Veamos de dónde parte la relación de estos dos artistas que hoy se encuentran de nuevo gracias a la admirable dedicación de sus hijos, Pierre Vasarely, director de la Fundación Vasarely y Carlos Cruz-Diez Jr. director del Atelier Cruz-Diez Paris, guardianes del legado de ambos colosos del arte. En 1947, Victor Vasarely expresó su inconformidad con la pintura tradicional al afirmar: que “la forma y el color puros no podían explicar el mundo”, marcando así el inicio de una búsqueda que culminaría con el Manifeste jaune (Manifiesto amarillo) (1955), donde planteó una innovadora visión del arte sentando las bases teóricas del movimiento óptico-cinético y canalizando así el sentir de los artistas del momento, deseosos de liberarse de los estándares tradicionales y explorar el campo de las teorías científicas entonces en boga, adoptar nuevas tecnologías y experimentar con nuevos materiales, lo que les permitió incursionar en el arte con novedosas propuestas. En 1955, Vasarely junto a Denise René y Pontus Hulten, concibieron la exposición Le Mouvement, marcando un momento clave en la historia del arte al impulsar una proposición plástica que exaltaba una nueva dialéctica entre el espectador y la obra, lo que significaba una ruptura con las convenciones estéticas del momento. Ese año, Cruz-Diez visita dicha exposición y decide que sus investigaciones sobre el fenómeno cromático y las ideas del arte participativo que desarrollaba desde 1954 encajaban en ese movimiento que dio forma y contenido a la tendencia cinética en Europa.
Cruz-Diez desarrolló un lenguaje cromático que desvinculó el color de la forma, permitiendo al color expresar su carácter sustantivo. Es decir, permitió al color expresarse como una realidad independiente de la forma, haciendo posible un diálogo en el tiempo y en el espacio reales entre el fenómeno cromático y el observador de la obra.
En paralelo, a principios de la década de 1960, Vasarely desarrollaba su “alfabeto plástico” que consistía en un léxico de seis formas geométricas simples incrustadas en cuadrados de color puro, ideadas para un planeta globalizado, un lenguaje visual y universal a través de un juego sistemático de permutaciones y progresiones. En tanto que artista, se esforzó por desarrollar un vocabulario formal que permitiera una multiplicidad de actualizaciones en diferentes situaciones, particularmente las arquitectónicas. La Fundación que lleva su nombre, en Aix-en-Provence, fue uno de sus proyectos más audaces. Los numerosos estudios realizados en los años sesenta y setenta atestiguan la importancia que para Vasarely tuvo su sueño utópico de la Cité Polychrome du bonheur (Ciudad policroma de la felicidad), una adaptación real de su alfabeto a la arquitectura de masas. Para él los edificios se habían convertido, más que las paredes de los museos, en lugares para compartir su actividad creativa.
El día de la apertura de la obra al público, Carlos Cruz-Diez Jr. comentó que la Chromosaturation forma parte de la exposición RGB Los colores del siglo que la Fundación Vasarely y el Atelier Cruz-Diez preparan en homenaje al centenario de Cruz-Diez. “Para mi padre, la Chromosaturation significó la síntesis de sus investigaciones sobre la fenomenología del color. Nos cuesta concebir el color sin la forma. Pensar en un color nos conduce automáticamente a imaginar una forma, por ejemplo, el rojo puede evocarnos una manzana roja, o el amarillo el sol. La idea central de mi padre es que el color es autónomo, independiente de cualquier narrativa, de cualquier forma, o de cualquier convención cultural. El color es ante todo un fenómeno ambiguo y cambiante que evoluciona constantemente en un eterno presente. La obra de Carlos Cruz-Diez pretende devolver el color a su esencia original, para que todos puedan redescubrirlo y para eso hay que experimentar el color, sumergirse en él y su obra está concebida con ese propósito”.
Vasarely y Cruz-Diez difunden a gran escala sus propuestas óptico-cinéticas durante las décadas de 1960 y 1970, con la utilización del múltiple (grandes ediciones) con la intención de que el arte llegue a todos y no a unos pocos y como una manera de asegurar la existencia de su obra más allá del marco institucional del arte. “Vasarely aparece en las revistas de moda, en las portadas de libros y diarios, en las carátulas de discos (como Space Oddity de David Bowie), en los estudios de televisión y en los decorados de famosos filmes. La cultura visual popular de la época adopta de lleno la ‘estética vasareliana’. Un verdadero fenómeno, debido a que la cultura visual de toda una era se apoderó de sus imágenes, un raro ejemplo de apropiación social del lenguaje de un artista”.[i]
En medio de la actual crisis de valoración estética y la confusión promovida en el mercado global del arte, son en extremo valiosas la visión y los respectivos legados de Victor Vasarely (1906-1997) y Carlos Cruz-Diez (1923-2019), ejemplos de estudio, convicción y coherencia, que nutrieron al arte contemporáneo con sus lúcidas reflexiones, conceptos y propuestas. Estos dos colosos del arte contemporáneo hoy están presentes en el folklore planetario. Hablo de folklore refiriéndome a hechos sociales y estéticos compartidos por una sociedad y que suelen transmitirse de generación en generación.
Aparte de que sus obras se encuentran en las colecciones de los más prestigiosos museos del mundo, ambos artistas concibieron obras de integración a la arquitectura y a los espacios públicos en diferentes capitales del mundo. En cualquier calle de cualquier ciudad del planeta uno se topa con obras de Vasarely y de Cruz-Diez, no me refiero solo a sus obras monumentales, porque el cantinero de un remoto barrio obrero de Madrid decora su local o diseña el piso inspirado en una obra de Cruz-Diez y millares de jóvenes exhiben sus selfis teniendo como fondo la obra del artista. Vasarely y Cruz-Diez, herederos de las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX, cumplieron su objetivo, el de integrar el arte a la vida cotidiana y al folklore global.
[i] Michel Gauthier y Arnauld Pierre, Vasarely. Le partage des forms, 2019