Museo Francisco Sobrino | Guadalajara | España
La trayectoria artística de Guillermo Lledó discurre entre la pintura figurativa de sus orígenes, comprometida con el realismo, y la escultura minimalista de su madurez, vinculada más bien con la tradición conceptual. Entre ambas sin embargo no hay una verdadera ruptura. No se trata de un pintor que abandonase la pintura en favor de la escultura ni tampoco de un artista figurativo que de repente descubriese entusiasmado el arte conceptual. Por el contrario, desde el principio, en su trabajo estuvo presente una reiterada preocupación por aquello que él mismo ha dado en llamar “los límites de la representación”.
Educado en una tradición rigurosamente académica de la pintura, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue discípulo nada menos que del gran Antonio López, Lledó adquirió desde muy joven un extraordinario virtuosismo en la pintura figurativa. Ello le llevó, casi desde el principio, a interesarse por los problemas del realismo. Su pintura de aquellos años estaba completamente dominada por una cierta fascinación urbana. Fachadas de edificios, vallas publicitarias, mobiliario urbano, señales de tráfico o contenedores de obra centraban su interés. De 1975 data su célebre contenedor de obra con escombros, titulado Selber (1975), que actualmente se encuentra en el museo Pablo Serrano de Zaragoza.
Pero este procedimiento realista llevó para él a la pintura al borde mismo de su disolución. Motivo por el que el artista dio en su obra el paso trascendental de pintar miméticamente objetos urbanos e industriales, tales como vallas publicitarias, tolvas, contenedores de obra o señales de tráfico, a utilizar esos mismos objetos, moderadamente rectificados, como autorrepresentación de sí mismos o, mejor dicho, como obras de arte. Marquesinas, mamparas y claraboyas fueron así apareciendo en su imaginario, en una referencia explícita a la tradición del ready-made, en la que sin embargo resonaban clarísimamente las principales aportaciones de la escultura minimalista. Lo mismo empezó a suceder con las tapas de alcantarillas, de arquetas o de registro, a las que Lledó ha convertido también en obras de arte.
El artista sin embargo no ha renunciado en modo alguno a la pintura. Por el contrario, se ha servido de estos grandes soportes publicitarios urbanos, como las vallas o las marquesinas, para convertirlos también en soporte de sus últimos grandes cuadros.
Miguel Cereceda