Julián Casado (Aranjuez, 1928-2014) pintor fundamental de la abstracción geometrica española, estudió dibujo y pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Durante algunos años se dedicó al diseño industrial hasta que decide estudiar Teología y Filosofía. En 1969 traba amistad con Fernando Zóbel y el grupo de pintores abstractos de Cuenca, comenzando así su etapa profesional dentro de la pintura en clave abstracta.
Geometricae ha tenido la oportunidad de conversar con Aurelia (Elia) Fernández Díaz, viuda del pintor constructivista y mujer que tuvo una influencia fundamental, tanto en la vida del artista nacido en Aranjuez en 1928, como en la gestión de su gran legado artístico tras el fallecimiento de su esposo en 2014.
Entrevista de Javier Plaza Márquez
(en colaboración con Manuel Ramos)
En primer lugar, es una pregunta obligada para nosotros el intentar saber y explicar ¿quién era Julián Casado Lamoca?
Bien, no es fácil resumir en unas pocas líneas una vida tan intensa como la que tuvo Julián y tal vez sería necesario publicar un libro completo para poder contar en detalle todas las peripecias y anécdotas que a lo largo de su existencia experimentó, pero aun así intentaré dar algunos datos significativos sobre su vida y su presencia en el arte.
La niñez de Julián estuvo fuertemente influenciada por las dificultades que afectaron a su familia, en especial la muerte de su padre, que dejó a su madre viuda con tres hijos pequeños.
A una temprana edad de 12 años, Julián, que ya destacaba por los dibujos tan bonitos que hacía, tuvo la oportunidad de trabajar como dibujante en la Real Fábrica de Tapices. Es aquí donde aprendió a utilizar la técnica del gouache que más adelante volvería a aparecer influenciando de forma importantísima los inicios de su carrera artística.
Tras unos años trabajando para ayudar a su madre, experimentó una inquietud religiosa tardía que le llevaría a estudiar Teología y Filosofía, para convertirse un tiempo después en sacerdote. Es precisamente en esta época cuando en 1959 participó en Roma en un concurso internacional de dibujo con un “Cristo Resucitado”. Ganó el primer premio con una versión alejada de los conceptos estéticos clásicos y que resultaría demasiado adelantada para su época. Este premio, lejos de resultar una bendición, acabó para Julián de forma dramática con un “Monitum” o juicio religioso reprobatorio y la recomendación de abstenerse de por vida de volver a pintar temas religiosos.
Julián respetaría esta recomendación durante 10 años, hasta 1969.
En 1969 se trasladó por motivos de salud a Cuenca y allí conoció a Fernando Zóbel y al grupo de artistas relacionado con el Museo de Arte Abstracto. Este encuentro fue absolutamente sanador para Julián y el propio Zóbel le animaría a continuar pintando. Todas estas circunstancias le llevaron a una profunda reflexión, su vocación artística era muy fuerte y su interés era volver a pintar, pero quería también encontrar una vía para salvar la estricta recomendación que le obligaba a abstenerse de pintar temas religiosos. Finalmente decidió comenzar a pintar en clave abstracta.
El éxito surgió de forma casi inmediata y en apenas tres años se había convertido en un artista reconocido en España.
Un extraordinario ejemplo del resultado de esta reflexión de pintar en clave abstracta es el gouache de 1972 incorporado recientemente a la colección Ars Citerior de la Comunidad Valenciana y titulado “La Música de las esferas”, basado en la teoría pitagórica de un universo gobernado por proporciones numéricas armoniosas.
Es en esta época cuando conoce al matrimonio americano formado por Mordecai Bauman e Irma Commanday Bauman, que le invitan a Estados Unidos a su escuela de Arte Total en Indian Hills, y aquí aprende a adaptar la técnica del gouache a la pintura acrílica.
El matrimonio se convirtió en su representante artístico en Estados Unidos e inició un periplo de exposiciones que duraría varios años.
Os conocisteis en Aranjuez, ¿en qué trabajabas, era Julián un artista ya reconocido?
Sí, nos conocimos en Aranjuez. Teníamos amigos comunes y eso nos dio la oportunidad de tener un trato más cercano. Yo trabajaba como Funcionaria del Estado en el Ministerio de Agricultura y Julián ya había alcanzado un éxito importante dentro y fuera de España, de hecho en 1977 fue elegido para exponer su obra en la Sede del Fondo Monetario Internacional en Washington. Cuando regresó a Aranjuez después de muchos años residiendo fuera, lo hizo tras haber ganado el Gran Premio de Pintura del Círculo de Bellas Artes en 1978, lo que se denominaba en aquella época “el Gran Premio del Millón” y fue con su obra “Espacio para una reconciliación de contrarios”, una alegoría artística sobre la transición democrática en España, y que supuso para él un importante reconocimiento. Esta obra continúa en los fondos del Círculo de Bellas Artes en Madrid y se exhibió de nuevo en 2018 con motivo de la exposición sobre Julián Casado: Humanismo y Abstracción Geométrica celebrada en el Museo Francisco Sobrino de Guadalajara.
En 1982 recibió un premio internacional en la V Trienal Internacional de Arte de Nueva Delhi en India, la Medalla de Plata del Premio Internacional de Pintura por la prestigiosa Lalit Kala Academi, certamen al que fue invitado a participar con un total de cinco obras en representación de España.
Al serle notificado el premio vino a verme con un ramo de rosas rojas y me pidió que le acompañara a la India. El viaje fue muy emocionante, el exotismo que envolvió toda aquella experiencia hizo que resultara inolvidable y ya nunca más volveríamos a separarnos.
El premio le fue entregado por el entonces Ministro Indio Vasant Purushottam Sathe en un maravilloso escenario al aire libre, el Hamsadhwani Theatre de Nueva Delhi.
Poco después de aquel viaje decidimos casarnos…
¿Qué piensas que le aportaste tu personalmente a Julián?
Creo que lo que yo le aporté fue fundamentalmente estabilidad. No parecíamos una pareja al uso, él era un artista reconocido, en pleno éxito y tenía una vida muy bohemia. Yo, al contrario, era solo una chica que trabajaba de funcionaria para un Ministerio, pero lo cierto es que esa estabilidad que yo le aporté, diría que fue fundamental. Con mi sueldo vivíamos los dos, por lo que ya no tuvo que preocuparse por vender un cuadro para subsistir y gracias a ello Julián pudo dedicarse por completo a su obra, que fue una continua investigación filosófica, teológica, estética y artística. Yo entendí desde el primer momento lo que el arte significaba para él y siempre se lo respeté, en alguna ocasión me hizo enfadar, como cuando compró un cuadro a un artista sin preguntar siquiera el precio, ¡solo porque le había gustado el dichoso cuadro! y tuvimos dificultades en aquella ocasión para llegar a fin de mes, pero por lo demás, fue un compañero excepcional.
¿Qué puedes contarnos de la personalidad de Julián, era un artista atormentado, de carácter difícil o fue fácil vivir con él?
Julián era un hombre muy equilibrado, le gustaba la música clásica, coleccionaba obras de otros artistas, disfrutaba de la comida y los viajes, recitaba de memoria a San Juan de la Cruz y a Fray Luis de León… etc. Como teólogo y filósofo fue reflexivo, coherente y amigo personal de Xabier Zubiri, a quien dedicó una de sus series más importantes la XZ formada por ocho dípticos que son un compendio de conceptos filosóficos de su maestro y amigo. Junto a estas líneas, uno de los dípticos de la serie XZ.
Otra característica de Julián era su generosidad. Cuando se trasladó a vivir a Aranjuez, creó con un grupo de amigos el Colectivo Ribereño de Acción Cultural, una asociación sin ánimo de lucro que organizaba exposiciones y coloquios en los que por mediación e influencia suya se invitaba a los artistas más importantes de la época, y que supuso en la localidad un movimiento cultural sin precedentes.
En cuanto a mi experiencia personal con él, fue maravillosa y siempre le admiré. Fue un artista muy consciente de lo difícil que era entender su obra, pero también supo mantenerse fiel a sí mismo. En mi opinión, esa personalidad que él tenía se refleja a la perfección en sus cuadros. Cuando estás delante de alguna de sus obras, la sensación que transmite es de equilibrio tanto emocional como cromático y estético, y finalmente, conmigo siempre fue un hombre bueno y cariñoso, y le sigo echando muchísimo de menos.
¿Cómo era el proceso de gestación de una obra, su inspiración llegaba de la meditación, o la buscaba delante del lienzo con los pinceles en la mano?
Su proceso de creación era precedido por profundas reflexiones, no podía dejar nada al azar y además la técnica que utilizaba no admitía arrepentimientos.
Por ponerte un ejemplo tomado de sus apuntes:
Mientras estudiaba la pintura suprematista encontró un postulado atribuido al artista ruso Kazimir Severinovich Malevich.
“La estructura funcional de la imagen crea el espacio, el cual se visualiza en un símbolo geométrico”.
En las reflexiones posteriores sobre este postulado, y gracias a su trato familiar con la filosofía de Xavier Zubiri, formuló Julián una hipótesis:
“Si el espacio se genera a partir de la estructura de la imagen, si se varía la función estructural de una misma imagen, permaneciendo idéntica esta y su estructura, ¿variaría el espacio plástico?”
Para verificar la validez de esta presunción tomó una imagen esencial en Malevich, el cuadrado, y elaboró un cubo escorzo con una cuadrangular abertura interna de la que debería emerger la luz. Atendiendo a la iluminación de las diferentes partes de la estructura surgirían las variaciones, y cuya interna triangulación originaría dos pirámides inscritas una en la otra. Al dotarla de tridimensionalidad, avanzó en la idea original, consiguiendo así integrar como característica la susceptible variabilidad del espacio plástico. La alteración de la funcionalidad de la estructura de la imagen sería provocada mediante luz, que penetraría internamente por distintos ángulos del cubo invariable e iluminaría los distintos planos que compondrían su estructura, la cual en principio permanecería también invariable. La luz por tanto debería ser determinante en la posible variación del espacio plástico…Y así surgió, sumando líneas milimétricas de color una a una, cuadro por cuadro, la maravillosa “Serie Malevich: Variaciones sobre una misma estructura” formada por 42 cuadros y que tardó cinco años en finalizar.
¿Qué tipo de interés tenía Julián Casado hacia otros artistas y otras obras, de sus contemporáneos, tenía alguna predilección, se interesaba por todo tipo de abstracción le gustaba la figuración, visitaba normalmente exposiciones, a parte por supuesto las de sus amigos?
Esta es quizás una pregunta clave para entender la obra de Julián. Diría que amaba el arte en todas sus formas, le gustaba la abstracción, la figuración, la música tanto Bach, Mozart, Beethoven y Claudio Prieto como la dodecafónica de Olivier Messiaen, la literatura, la escultura… todo aquello que fuera susceptible de reflexión y disfrute despertaba interés en él.
Sería difícil destacar a los artistas que más le influyeron. El reconocía como más importantes a Sempere, Malevich, Velázquez, Paul Klee, Giorgio de Chirico y un largo etc. Fue un gran estudioso de la obra de otros artistas y les hacía homenajes con cuadros que les reinterpretaban con un concepto tan zubiriano como es el de “respectivismo”, es decir, ver e interpretar la obra de otros artistas respecto de su propia forma de entender el arte.
Para entender este concepto yo destacaría algunas obras como la dedicada al cuadro de las Meninas de Velázquez y que permite intuir con más facilidad a Julián.
Otro homenaje fácil de entender es el dedicado a Paul Klee, donde el lector podrá encontrar sin duda semejanzas con la obra de este maravilloso artista, pero sin perder un ápice de la esencia de Julián Casado.
¿Qué decir de sus obras inspiradas en Giorgio de Chirico?
Al compositor y director Claudio Prieto le dedicó la serie “Cosmos Aleatorium” basada en la coreografía de una sardana y que resulta perceptible a través del ritmo visual que generan las esferas a modo de pasos de los bailarines.
San Juan de la Cruz fue otro de sus referentes de cabecera, y a quien estaban dedicadas dos de las cinco obras premiadas en la V Trienal Internacional de Arte de Nueva Delhi en India.
Malevich fue en cualquier caso una influencia decisiva, en la que destacaría, además de su serie de 42 cuadros, su cuadro culmen de estudio sobre la luz basado en la obra de Kazimir “Blanco sobre blanco” expuesta en el MOMA y denominado “La gran cruz”, donde a través de distintas tonalidades del color blanco consigue un sutil efecto de tridimensionalidad.
Desde el fallecimiento de Julián Casado te has encargado de proteger y salvar su legado artístico. ¿Qué ha supuesto esto para ti?
Ha supuesto para mí un esfuerzo y preocupación enormes. No tuvimos hijos y por tanto tampoco herederos que pudieran hacerse cargo de su legado. Esto nos hacía temer a Julián y a mí que todas estas maravillosas obras pudieran caer en el olvido. Por fortuna he contado con la inestimable colaboración de buenos amigos, que fueron capaces también de comprender la importancia de salvar este legado artístico y que han hecho lo imposible por ayudarme. Ha sido un esfuerzo que ha durado años y siempre con la incertidumbre de qué pasaría con la obra. En principio el deseo de Julián era que su obra se quedara en Aranjuez y que hubiera habido un museo dedicado a él. Este proyecto nunca llegó a materializarse y comprendí además que, como tantos museos de otras pequeñas localidades, resultaría inviable. Esto no impidió que finalmente encontráramos la solución para que sus cuadros siguieran exponiéndose y no cayeran en el olvido, por tanto en este sentido quedo tranquila, y además, con el convencimiento de que a él le hubiera emocionado la idea de tener su serie Malevich expuesta Cuenca, la ciudad en la que decidió volver a pintar. Tal vez diría que me queda la tristeza de que él no haya podido disfrutar de este mismo sosiego que yo he experimentado al ver salvada y de nuevo reconocida su obra, pero con la emoción de haber podido tener con él este último gran gesto de cariño y amor.
Muchas gracias Elia por este emocionante relato que nos has hecho sobre Julián Casado Lamoca y su legado artístico. Ha sido un verdadero placer hablar contigo.
Doy también las gracias a Geometricae por vuestro interés y por esta oportunidad que me habéis dado para hablar sobre Julián. El placer ha sido mutuo. Un saludo afectuoso.