11/11 2020 – 1/3 2021
Museo Reina Sofia | Madrid | España
A principios del siglo pasado, los Países Bajos fueron la cuna de un estilo artístico completamente nuevo, un arte abstracto basado estrictamente en las relaciones entre formas rectangulares, planos de color y líneas rectas. En octubre de 1917, durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de jóvenes artistas holandeses —cuyo país se mantuvo neutral en la contienda— unió sus fuerzas para crear una revista. Bautizada como De Stijl, la publicación presentaba y promocionaba este estilo artístico novedoso e innovador, capaz de derribar las fronteras entre disciplinas, de manera que la pintura se convirtió en arquitectura, las artes aplicadas en escultura y el diseño adquirió rango de arte. Artistas de todo el mundo adoptaron este enfoque multidisciplinar y desarrollaron un intenso trabajo conjunto. Se trataba de un proyecto refrescantemente moderno: sus participantes se comunicaban a través de la revista y mediante cartas, al igual que los artistas actuales se comunican entre ellos empleando los medios de comunicación modernos.
Piet Mondrian fue el padre fundador de este arte nuevo. Perteneciente a una generación anterior a la de la mayoría de integrantes del nuevo movimiento, comenzó su carrera en 1892 como pintor de paisajes holandeses, un género clásico que durante casi veinte años le permitió adquirir una increíble pericia pictórica. A partir de 1905, sin embargo, concluyó que la belleza —el objetivo último de todo pintor— no reside en el sujeto o en la función representacional de una pintura, sino en el modo en que las formas y los colores producen una plasticidad pictórica perfectamente capaz de apelar directamente al ojo del espectador. Durante un tiempo, Mondrian asumió que la fuente de la belleza se escondía dentro del cuadro, lo que lo condujo, en un inicio, a emprender algunas incursiones erráticas en el terreno de la teosofía. Hacia 1914, sin embargo, sus experimentos le llevaron a concluir que la belleza reside en la superficie, en la estructura y la composición del color y las líneas. Mondrian invertiría otros tres años en averiguar el funcionamiento exacto de este esquema, pero en 1918 dio vida a una nueva forma de arte abstracto. La plasticidad del nuevo estilo demostraba que la pintura podía liberarse del marco y otras influencias e, incluso, determinar el propio entorno en que es presentada. Las artes visuales del siglo xx quedaban así redefinidas con el nacimiento de una nueva forma de arte abstracto geométrico que conquistó el mundo y configuró la modernidad.
La exposición reúne muestras del trabajo de Mondrian y de algunos de sus compañeros de movimiento. El catálogo que la acompaña arroja nueva luz sobre las estrategias desarrolladas por Mondrian para presentar sus obras de manera que los espectadores pudieran elucidar su significado y descubrir una relación clara y significativa tanto con ellas como con el mundo que las rodea. Mondrian era muy consciente de que las obras que elegía para las exposiciones podían señalar sus intenciones y decir algo sobre su posicionamiento en relación con el trabajo de sus colegas artistas. Estas elecciones también articulaban el desarrollo de su propio arte. Mondrian revisaba continuamente sus propias teorías y principios, creando un arte cada vez más libre, dinámico y vivo que sigue dando forma al futuro.