Maio 1959
Carta a Mondrian:
Hoy me siento más sola que ayer. He sentido una gran necesidad de mirar tu trabajo, viejo solitario, tú también.He encontrado una foto de ti fabulosa y es como si estuvieses a mi lado, reduciendo mi soledad. Tal vez un día pueda ofrecer mi mirada, mi soledad y mi testarudez a un artista como yo, o a uno mejor, como tú. No sé porque trabajabas. Yo, si trabajo, Mondrian, es para realizarme, en el sentido más elevado, ético y religioso. No es para hacer superficies… Si expongo, es para transmitir a otros este momento en que la dinámica cosmológica se detiene y que el artista puede captar. Tú que eras un místico, debes haber vivido muchos momentos como éste en tu vida, no?
Se dice que detestabas la naturaleza. ¿Es verdad? Pues bien, he sentido esa trascendencia hoy a través de la naturaleza, en la noche, en el amor. ¿Cómo podías detestarla? ¿No crees que la obra de arte es el producto de dos polaridades que constituyen la dinámica de la vida humana? ¿Estabas tan unido a la tierra que el vuelo en el sentido de la verticalidad se convirtió en tu medida?
La naturaleza me ha alimentado y equilibrado casi de manera panteísta. Hasta que, con el tiempo y las crisis, ya no me servía: fue el vacío-lleno, me vino la conciencia de la realidad metafísica, el problema existencial, la forma, el contenido (espacio lleno que no tiene realidad más que a través de la función directa de la conciencia de ser forma…).
Mondrian: no has creído en el hombre. Has ido más allá: en un sueño utópico, magnifico, has soñado en un futuro en que la vida construida se hubiese convertido en una realidad plástica…
Tal vez, eso sea lo que te ha salvado de tu propia soledad. Pero yo, amigo mío, no sueño porque no creo. No es por un exceso de realismo, sino que para mí el colectivo sólo existe en razón de un desorden de orden práctico y social. Si el hombre no puede darse cuenta de hasta qué punto es importante su desarrollo interior – como una forma que nace con la persona como un puño cerrado, que se abre tal vez en los primeros momentos del nacimiento – entonces, no podrá jamás llegar a la plenitud como la rosa que se abre en el interior de su propio tiempo y muere amorosamente realizada, inteligente y feliz…
Mondrian, quiero contarte un secreto: a veces me desespero porque en el momento en que aprehendo este problema, la soledad, el frío, el miedo del miedo me envuelven con sus brazos e intentan cerrar este nuevo tiempo que se está abriendo en mi forma interior, arrugando los pétalos frescos y delicados que tardarán en volver a abrirse lo mismo que tarda un ojo después de haber recibido un puñetazo.
Mondrian, si tu fuerza pudiese serme útil, sería como un trozo de carne cruda sobre este ojo desgraciado para que pueda volver a ver lo más rápido posible y afrontar esta realidad a veces tan insoportable – el artista es un solitario. Los niños, el amor poco cuentan, porque el artista vive solo en su interior. Nace de sí mismo en un parto difícil a cada minuto. Está irremediablemente solo. Podrías – quién sabe! – ser la lluvia que riega la flor nacida en la arena o en el asfalto, como prefieras, puesto que es la ciudad y no la naturaleza.
Estás hoy más vivo para mí que todas las personas que sólo me entienden hasta cierto punto. ¿Sabes por qué? Mira si tengo o no razón. Has oído hablar del grupo neo-concreto, sabes que sigo con tu problemática, penosamente (tú eras un hombre…). En el momento en que el grupo fue creado, había, a mi parecer, una profunda identificación: era la toma de conciencia de un espacio-tiempo, de una nueva realidad, de una expresión universal, que englobaba la poesía, la escultura, el teatro, el grabado y la pintura, incluso la prosa, Mondrian… Hoy en día, la mayoría de los elementos del grupo han olvidado esta afinidad, que era lo más importante, y disminuyen su sentido cuando intentan que el grupo crezca sin esta identidad indispensable, en una tentativa de dar continuidad superficial a este movimiento. Tú sabes bien que, en el cubismo, aunque las formas fueran variadas, la nueva realidad espacial era respetada. Sólo el tiempo podía aportar una continuidad real a este movimiento.
Ahora, querido viejo maestro, aconséjame francamente: mi deseo es abandonar el grupo y seguir siendo fiel a mis convicciones, respetándome a mí misma, aunque mañana esté más sola que hoy y que ayer. La razón de ello es que las personas que se acercaron a mí hace poco, ahora se alejan desorientadas, sin enfrentarse a la dureza de estar solos con una sola idea, sin salvaguardar el sentido ético más elevado, de morir mañana en la soledad, fieles a sus ideas. Es terrible, amigo mío, ya que esto significa alejarse del grupo, ya que la unidad de siete se ha fragmentado, se ha multiplicado en cientos de realidades pequeñas – y reconfortantes.
Hoy lloro – las lágrimas me inundan, me persiguen, me reconfortan y mecen, de cierta manera, esta superficie dura, inflexible y fría de la fidelidad a una idea. Mondrian: hoy, te amo.
Lygia Clark