De Saverio Cecere
El movimiento “Madí” (1946) puede considerarse uno de los movimientos que formaron parte de la vanguardia Argentina. Sus orígenes encuentran en Torres García su precursor. Este movimiento logra expresar algunas teorías, a menudo inconsistentes, excepto por el sentido de la ruptura definitiva con el pasado y la inspiración para encarnar la modernidad. Se presenta como un conjunto de eventos a menudo contradictorios de artistas e intelectuales que descubren nuevas áreas de experimentación estética, que por razones políticas estaban destinadas al fracaso: en Buenos Aires, el sistema institucional del Peronismo ofrecía cada vez menos resistencia a sus experimentos, causando que el marco subversivo de este movimiento se extinguiera en una legitimidad general, en otras palabras, cuando la provocación se convierte en “moda” pierde su carácter trasgresor.
Han pasado más de 70 años desde la fundación del movimiento Madí. Un período de tiempo muy largo en el cual se produjeron cambios epocales que abrumaron todo, y luego nada quedó como antes. Los artistas que formaron parte del movimiento primogénito fundado por Arden Quin tenían muchas ideas, pero cuando llegaba el momento de poner estás en práctica, no fueron capaces de hacerlo.
Con la llegada de Arden Quin a París en 1948, y con la re-fundación del movimiento, las nuevas generaciones de artistas “Madí”, siguiendo acríticamente la tésis Ardenquiniana, entre el dogmatismo y las contradicciones, no solo han trabajado para resolver problemas estéticos, ya formulados por el primogénito movimiento, pero también creían que esos resultados estéticos eran la mejor solución. Ya sabemos lo débiles son las opiniones emocionales, pero subrayar este aspecto nos hace comprender que la creatividad no se puede dar, ni por la gracia recibida y mucho menos por la sucesión al trono.
Después de esta breve introducción, el objetivo de este texto es resaltar y también demostrar, dentro de los límites de lo posible, que el “Archè” (en griego significa “Principio”, “Origen”) del movimiento “Madí” proviene de las teorías contenidas en el pre-manifiesto el “Móvil” el cual es una teoría muy amplia, clara y sin contradicciones, en comparación con el pre-manifiesto “Madí” que propone Arden Quin desde diferentes perspectivas y significados estrictamente conectados entre sí.
¿Pero qué es “Móvil”?
Este pre-manifiesto fue publicado por Arden Quin con motivo de la exposición Arte Concreto invención, Buenos Aires 1945 (un año antes de la fundación del Movimiento “Madí”). Muestra una clara reelaboración y síntesis del materialismo “átomista” que encuentra su máxima expresión en Demócrito retomada por Epicuro. Materialismo y mecanismo, para Demócrito, la sustancia es el átomo: el átomo es, por lo tanto, la base de la materia.
Para comprender mejor estas dinámicas, es necesaria una comparación sintética entre la tesis de Demócrito y la tesis de Arden Quin propuesta en el pre-manifiesto del “Móvil”.
Demócrito: “Sí afirmamos que la materia existe, especificamos que la materia existe en el tiempo y el espacio”. La materia está en movimiento. El materialismo sostiene que el espacio no se encuentra en nosotros, sino que nosotros estamos en el espacio. También establece que el tiempo es una condición indispensable para la conducta de nuestra vida.
Arden Quin en el premanifiesto el “Móvil” afirma: “la arquitectura debe ser móvil. Sí, si lo quieres en la vida real: un avión es una casa voladora, un barco una magnífica casa desplazándose sobre las aguas. Hagamos móviles los volúmenes, los planos y los colores, destruyamos lo estático… Los conceptos de forma y movilidad deben invadir todo el arte, es la esencia de todo como enuncia Heráclito”.
Las dos tesis comparadas muestran una clara afinidad entre las partes del discurso, por un lado la “ciencia” (Demócrito) y por otro lado la relación entre “arte y ciencia” (Arden Quin), que desde el punto de vista del contenido, en teoría y práctica el “Móvil” considera el proceso creativo dinámico, relacionado y relacionable con otras actividades humanas.
Estamos en 2020, en los albores de una “sociedad móvil” que ha cambiado profundamente los hábitos y las costumbres. La percepción constante y progresiva que acompaña a esta revolución parece dar paso a un desencanto preocupante. Existe el temor de que la “sociedad móvil”, que avanza a toda velocidad y anuncia un poderoso factor de liberación de tareas y limitaciones de todo tipo, revelará un factor adicional (y contrastante) de inmovilidad.
Para no ceder ante la “inmovilidad del pensamiento”, es necesario de-construir radicalmente la complejidad estructural de la sociedad y luego re-construirla en un marco de relaciones internas y externas que actúen como mediadores del nuevo conocimiento estético destinado a proponer ese lenguaje y esas estructuras de representación/pensamiento que la historia cultural contemporánea seleccionará como la más adecuada para este propósito.
En este proceso de-construcción y re-construcción de la sociedad, “Móvil”, desde un punto de vista estético, aspira a interpretar el futuro, que es esa parte del tiempo en la que la creatividad aún no ha tenido lugar, donde la percepción se convierte en pensamiento, cada razonamiento es intuición, cada observación es invención: “encanto” de una creatividad capaz de re-dibujar un espacio comunicativo en el que el artista no debe resolver un problemas estético ya formulado, sino que debe formular el problema y mostrar la solución en una situación en la que nadie sabe exactamente cuál es este problema, y mucho menos cuál es la mejor solución.
Todo cambia y se transforma: cuando decimos que las cosas cambian, mientras las vemos, contamos o escuchamos, lo que vemos, escuchamos y decimos depende de cómo escuchamos y vemos. Esta afirmación no es un juego de palabras, es esa condición dinámica del espacio y el tiempo, donde el observador no es solo un receptor, un oyente-observador, sino y al mismo tiempo un actor creativo: el observador frente a una obra, comenzaría a percibir y crear sus propias sensaciones como si fuera la obra misma.
La superación del lenguaje extático de la estructura creativa y la construcción de una nueva estructura social (una nueva antropología cultural) son esenciales para innovar la creatividad. Esta superación implica pasar de la concepción de la sociedad industrializada (estática) a la concepción de una sociedad post-contemporánea vinculada a la information technology.
La superación del lenguaje estático de la estructura creativa y la construcción de una nueva estructura social (una nueva antropología cultural) son esenciales para innovar la creatividad. Comprender profundamente esta nueva realidad significa comprender dos cosas: la primera, la transición, desde la concepción de la sociedad industrializada (estática) a la concepción de una sociedad post-contemporánea vinculada a la tecnología de la información (dinámica).