Los entretelones de una obra de arte
Con una superficie de casi 3.000 m2, la Patinoire Royal – Galerie Valérie Bach en Bruselas, es uno de los espacios más grandes, en manos privadas, dedicado al arte contemporáneo en Europa. Construida en 1877, albergó originalmente una pista de patinaje sobre ruedas, siendo renovada en 2015 por el diseñador de interiores Pierre Yovanovitch, convirtiéndola en lo que hoy en día es la sede de la galería Valérie Bach. Las pilastras de capiteles jónicos que marcan la fachada le dan al edificio un estilo neoclásico. Las ventanas semicirculares, coronadas por rosetones, dejan pasar la luz a un espacio donde actualmente se presenta la exposición Labyrinthus del artista cinético Carlos Cruz-Diez.
En la entrega pasada, conversamos con el maestro Cruz-Diez sobre el concepto de esta exposición. Hoy continuamos la conversación con Valérie Bach, fundadora de la galería y con Carlos Cruz-Diez Jr, director del Atelier Cruz-Diez de París, responsable de la construcción y puesta en escena de este laberinto cromático de inusitadas dimensiones.
Conversación con Valérie Bach:
El crítico de arte Jean Clay, en su libro Cruz-Diez et les trois étapes de la couleur moderne, reproduce en una de las láminas un boceto de Cruz-Diez titulado Projet pour un environnement de couleur soustractive, realizado en 1969 ¿Se trata de este mismo laberinto?
La realización material de este Laberinto de Transcromías es el resultado de una compleja labor material y técnica basadas en la concepción del artista hace cincuenta años. Está elaborado con vidrios transparentes de siete colores distintos. Su propósito es ofrecer al visitante la posibilidad de sentirse inmerso en un universo cromático total. Como lo indica su nombre, Transchromie significa literalmente “a través del color”. Estas paredes de vidrio, debido a su transparencia, ofrecen una experiencia única a través de una combinación infinita de colores partiendo de sus condiciones sustractivas. La experiencia no es solo visual sino también corporal, ya que es a través del movimiento en el corazón del laberinto que el espectador literalmente da vida a la experiencia cromática. El sujeto, como observador modifica voluntariamente su percepción del entorno y como lo expresa el maestro Cruz-Diez, el espectador se convierte, en actor y autor al mismo tiempo, siendo esto uno de los mecanismos fundamentales del arte cinético. Es una experiencia a la vez visual, temporal y cinética, única para cada persona, ya que el recorrido para remontar al corazón del laberinto es una escogencia aleatoria de cada individuo. El laberinto no es tal, no es un lugar enclaustrado ni encerrado como el mítico laberinto del Minotauro, sino, por el contrario, por sus salidas hacia el exterior y por su transparencia, lo convierten en un lugar para compartir y encontrarse con otros en color, en total libertad. También es la metáfora de la aldea global, donde todas las combinaciones de colores, y por lo tanto de culturas y razas, se entrelazan, creando un vasto campo exploratorio de riqueza y potencialidades polifónicas.
Construir e instalar esta obra de arte ha sido un trabajo enorme…
Se pudo realizar gracias a los medios tecnológicos a disposición del artista en su taller de París, que es un reactor, en el sentido nuclear del término, ya que allí se despliega una tremenda energía producto de la confluencia de habilidades de un equipo de profesionales bajo la dirección del maestro Cruz-Diez y su hijo Carlos.
En esta obra colosal convergen varias competencias: la de vidrieros, arquitectos, ingenieros, diseñadores, comisarios, técnicos, carpinteros y operarios, capaces de llevar a cabo el proyecto en perfecta armonía con los planos originales. No quiero hablar más de competencias, sino del genio creativo, de la increíble capacidad del artista para concebir esta combinación de colores y su disposición entre ellos. Todas estas habilidades fueron orquestadas desde un comienzo en el Atelier Cruz-Diez de París, donde sus colaboradores anticiparon y concibieron cada paso de la creación material de la obra.
Usted me habló de que en esta obra el espectador “entra libremente en el color y se siente transformado mental y espiritualmente al salir”. Eso va más allá de una simple proposición artística al invocar algo sublime…
Sí, de hecho, como lo mencioné antes, no podemos ver este laberinto solo como una propuesta formal y teórica o el resumen en una sola obra maestra de una gran parte de su investigación sobre la transparencia cromática sustractiva. Eso sería, en nuestra opinión, un poco reductor. Como bien lo define Umberto Eco, esta obra debe verse siguiendo el principio de la “Obra abierta”. Es una propuesta estética que plantea una nueva dialéctica entre obra e intérprete, donde cada usuario puede comprender la obra desde su perspectiva individual, una obra que es una metáfora más universal de la diversidad humana, que si bien nace de una proposición formal, conduce a un propósito más espiritual.
El color, desde su uso en los vitrales del período gótico, es un vector de lo absoluto que conduce a la trascendencia. Es el resultado de una segmentación prismática de un espectro de luz que, según la longitud de onda de cada color, crea todos los colores de la creación. Es una metáfora para la sociedad humana, diversa y compleja y como tal, este Laberinto de Transcromía ofrece la posibilidad de una experiencia trascendental que proyecta al humano en una perspectiva espiritual.
¿…Y el Minotauro?
Este laberinto no es tal, no es cerrado, no asusta, en realidad es un lugar de convergencia y encuentro, donde la humanidad que se haya en busca de significado y trascendencia puede comunicarse en color, compartiendo percepciones y sensaciones. El paralelismo con el modelo mitológico del laberinto no se sostiene. Por el contrario, es el lugar de una proyección exterior, fuera del Ser. Pienso que la experiencia del color es catártica y liberadora. Si Teseo se adentra en el laberinto para aniquilar al Minotauro y logra salir siguiendo la ruta trazada gracias al hilo de Ariadna, ella personaliza aquí una propensión muy humana a buscar un sentido a esta experiencia, una energía vital que nos empuja a superar nuestros confinamientos materialistas contemporáneos y aniquilar al Minotauro que está en nosotros, es decir, la materia reductiva, negativa y contingente que nos impide, con demasiada frecuencia, recurrir a la espiritualidad, de convertir nuestras percepciones de la realidad en pasos de elevación individual y a la vez colectiva.
Cuando una exposición como ésta nos asombra, pocas veces nos preguntamos sobre los entretelones que la hicieron posible. El diálogo con Carlos Cruz-Diez Jr., se orientó hacia la ingeniería del proyecto y los efectos ópticos logrados por el maestro Cruz-Diez.
Conversación con Carlos Cruz-Diez Jr:
En esta exposición se destaca el Labyrinthe de Transchromie, una ambientación que ocupa el espacio de la antigua pista de patinaje. ¿Cuáles son las dimensiones de esta sala y de esta sorprendente obra?
El Labyrinthe de Transchromie, es una ambientación de 293 m2, en una sala de más de 1200 m2, como usted puede apreciar, son dimensiones inusuales para una obra de arte. Respondiendo a su otra pregunta, lo sorprendente de esta obra es percibir que el fenómeno cromático no está asociado a la forma, ya que para Cruz-Diez, el color es una realidad autónoma. Esta ambientación cromática consiste en paneles de vidrio de colores transparentes que brindan al observador composiciones geométricas y gamas cromáticas que se renuevan constantemente a medida que uno se interna en su interior. Los vidrios, al filtrar la luz, logran una síntesis sustractiva mientras que los reflejos superpuestos producen nuevos colores en síntesis aditiva.
Al recorrer el laberinto, la realidad circundante se transforma por efecto de la transparencia de los colores, así uno descubre y crea diferentes gamas al caminar entre ellos. El artista nos expresó que en las Transcromías el utiliza la sustracción del color ¿Cómo opera este fenómeno óptico?
La intención de mi padre ha sido siempre la de cuestionar las nociones establecidas sobre el color. El sostiene que no tenemos memoria visual, que lo único que memorizamos es el “genérico azul” o el “genérico rojo”. Nunca percibimos los matices, debido a que el hecho cromático es producto de circunstancias aleatorias, tales como la intensidad u opacidad de la luz, o la distancia del objeto observado. La forma más común de percibir los colores de los objetos por nuestro sentido de la vista, se basa en la absorción o sustracción que hacen todos ellos de una parte de las frecuencias del espectro electromagnético que compone la luz blanca. Cuando observamos un objeto con determinado color, lo que percibe nuestro sentido de la vista son solamente las ondas correspondientes a las frecuencias de color o colores que éste refleja. La otra parte de las ondas las absorbe o sustrae el propio objeto y por tanto no las vemos. El proceso de absorción de los colores por la superficie de los objetos recibe el nombre de “síntesis sustractiva”. La síntesis sustractiva también se manifiesta cuando mezclamos los llamados “colores secundarios”, como podrían ser el cian, el magenta y el amarillo. La combinación sustractiva es la que se produce al mezclar colores sustractivos (no luz) entre si. Las Transcromias son obras fundamentadas en el comportamiento del color por sustracción y mi padre utiliza diferentes colores y modelos sustractivos para lograr los efectos visuales que se experimentan en este laberinto.
Háblenos del diseño, fabricación e instalación de la estructura de la obra.
El Labyrinthe de Transchromie es una obra concebida por Cruz-Diez en la década de 1960 que adaptamos al espacio de la Patinoire Royale. En efecto, en los años 60 los espacios donde fue presentada no tenían las dimensiones apropiadas y es sólo aquí, en La Patinoire, donde esta obra realza su majestuosidad y efectividad.
En el Atelier Cruz-Diez, procedimos a levantar en 3-D los planos basados en el diseño del artista, para después numerar cada modulo y sus partes antes de su fabricación en madera y melamina. La plataforma sobre la que se erige la obra está compuesta por módulos de madera de 240x120x24 cm. Según la posición en el plano, se cuadran los módulos con perforaciones laterales donde calzan los paneles de vidrio. En total son 96 módulos, todos numerados y colocados en su posición correcta en base a los planos del Artista. De la misma forma se ubican los paneles de melamina blanca de alto brillo de 240 X 120×1,8 cm, que tienen ranuras para colocar los paneles de vidrio que al insertarlos en sus respectivas posiciones, se les añade un clip de acero inoxidable para retenerlos en forma de “L”. Todos lo vidrios son templados o tempered glass y tienen un espesor de 8mm. Cada uno está laminado con una película de color que corresponde a los nueve colores según el diseñó del artista, de manera que el observador al caminar dentro del laberinto pueda crear diferentes gamas cromáticas a su paso, al combinar diversos colores sustractivos.
Usted ha estado trabajando junto a su padre desde hace más de 40 años, háblenos de su experiencia con el artista.
Desde niño estuve involucrado en el proceso de creación artística en el taller de mi padre y durante mi adolescencia, en la década de los sesenta en París, fui testigo presencial del auge de uno de los mayores movimientos del arte contemporáneo como lo fue el Arte Cinético. En paralelo a mis estudios, trabajaba como su asistente en la elaboración de útiles y máquinas que mi padre inventaba para fabricar sus obras. Cada máquina constituía un desafío que nos llevaba a investigar sobre diseño, escogencia y adecuación de materiales, allí comenzó mi interés en la innovación tecnológica como soporte del arte. He tenido la oportunidad de ayudarlo a él y a otros artistas en la producción y elaboración de sus obras, ya que en un mundo de inmensas posibilidades tecnológicas, el artista para lograr lo que quiere expresar necesita ayuda, consejos, valerse de técnicas que él no domina. Es ahí donde actúo yo. Manejo diversos medios y técnicas que pongo a la disposición de los artistas, que son los verdaderos inventores. Pero quisiera dejar claro que el uso de tecnología de punta en el arte es útil solo cuando ésta se pone al servicio de una idea, de un concepto.
¿Cuál es su rol en al Atelier Cruz-Diez de París?
Dirijo el equipo de técnicos y profesionales que apoyan al artista. Me encargo también de planificar y construir las obras de integración a la arquitectura. Otra de mis responsabilidades es la gerencia y planificación de estrategias destinadas a abrir nuevos mercados para la exhibición y venta de obras en diversos países, estableciendo acuerdos con museos, galerías y coleccionistas. Todo esto me ha llevado a desarrollar una visión panorámica de ese medio tan complejo como lo es el mercado global del arte.
¿Qué es lo más importante que ha aprendido de este excepcional artista?
Mi padre como artista cabal, capta de su entorno y de su época lo que otros no ven y lo convierte en un discurso coherente y lo comunica eficazmente, porque el arte es comunicación. He aprendido que la tecnología y los descubrimientos científicos siempre han sido aliados del arte, pero las nuevas herramientas tecnológicas deben estar al servicio de una reflexión, de un concepto para que exista una obra de arte. Aprender a reflexionar ha sido la enseñanza más provechosa para poder desenvolverme en este medio.